Sexo y Drogas .
La relación entre los seres humanos y las drogas es antigua y compleja, pocas son las culturas que no han obtenido y usado algún producto natural con características alucinógenas, narcóticas, relajantes o euforizantes. Los hongos, como el amanita muscaria se conocen desde el antiguo Egipto; la marihuana y sus efectos desde 2700aC. El alcohol desde que alguien fermentó por primera vez un cereal o fruto.
Hay una diferencia entre el uso místico que se le puede dar a cualquier substancia o su utilización con una finalidad hedonista.
En todas partes se escucha que las drogas avanzan sobre el cuerpo social, y que son pocas las cosas que efectivamente podrían terminar con ese flagelo. Las evidencias sobran para demostrar la realidad de esta afirmación. Las recientes declaraciones del Director de la agencia encargada de la lucha contra la droga y el narcotráfico en los Estados Unidos, señalan que sólo la disminución de los consumidores puede atacar la base del problema, sin embargo los consumidores en lugar de disminuir aumentan.
Es necesario diferenciar a los adictos de los que podríamos llamar consumidores sociales; en los primeros se instala un estado de consumo regular y crónico con un deseo de obtener y tomar la droga por todos los medios; con tendencia franca a aumentar la dosis, una dependencia psicofísica, y aparición, en ciertas drogas, de un síndrome de abstinencia con síntomas corporales y psicológicos.
¿Quiénes son adictos? No podemos colocar a todos dentro del mismo saco; a la persona que consumió alguna vez una droga no se la puede considerar adicta, como no es alcohólico aquel que una vez se emborrachó; sin embargo la discusión principal entre los expertos, se establece entre lo que algunos investigadores llaman “personalidad adictiva”, o sea la tendencia de algunas personas a ser más susceptibles a ser enganchados por el consumo de una determinada sustancia; o si en cambio el verdadero riesgo radica en las sustancias peligrosas que producen adicción por su propio efecto, con independencia de las características individuales del sujeto. Lo más probable es que se produzca una interacción entre ambos factores, y que la gravedad del problema se potencie en relación con la existencia de un cierto margen de tolerancia social ante el uso de una sustancia adictiva, como es el caso específico del alcohol. El sujeto consumidor y las personas que participan de su círculo social y cultural, muchas veces ofrecen argumentos que avalan y justifican el uso de las drogas, estos son múltiples y van desde la pérdida de inhibiciones, el aumento de la capacidad de comunicación, la activación de la creatividad y la energía, hasta su uso como activador erótico.
Es sobre este último punto, que vale la pena analizar cuánto de realidad y cuánto de mito, encierran las afirmaciones que se hacen sobre los efectos del uso de drogas en las prácticas sexuales.
Las más comunes son:
Alcohol
El alcohol, en primer lugar, por su extendido uso social. A muchas personas les cuesta entender que el alcohol es una droga legal, aunque peligrosa y adictiva, que produce una dependencia sutil, casi inocua al principio, pero que lentamente deteriora las capacidades emocionales e intelectuales.
El consumo es aceptado desde que se lo valida como un intermediario que facilita la emergencia de las emociones y la comunicación íntima.
En el terreno sexual es deshinibidor, porque actúa limitando al censor interno que todos tenemos, por ello es que en bajas dosis permite disfrutar más intensamente las experiencias, pero si se atraviesa esta barrera se puede pasar de un estado eufórico y desinhibido, a una profunda depresión y sopor alcohólico que limita y disminuye las sensaciones, porque como bien decía Shakespeare «el alcohol estimula la pasión pero inhibe la realización». La mayor parte de los bebedores han experimentado estos momentos, y conocen las consecuencias del exceso, cuando se instala en ellos la incapacidad de detenerse o abstenerse.
El alcoholismo crónico conduce a la impotencia irreversible por daño neurológico y vascular.
Como solía decir el escritor Charles Bukowsky «Si quieres beber, bebe. Pero si quieres hacer el amor, deja la botella».
Cocaína
Otra droga de uso masivo es la cocaína, aislada químicamente a partir de las hojas de coca, desde mediados del siglo XIX. Son conocidos sus efectos euforizantes, a través de la elevación del humor, la locuacidad, la energía y el estado de alerta, razón principal por la que se produce un consumo reiterado y creciente que mantiene la aceleración.
La droga tiene la fama de poseer propiedades estimulantes de la sexualidad, entre ellas la de aumentar el deseo, mejorar la firmeza y duración de las erecciones, y potenciar el orgasmo. En cambio, la realidad de los estudios muestra que por el contrario, a altas dosis se comporta como un inhibidor del deseo, que en lugar de facilitar las erecciones, las limita, además de bloquear el orgasmo. Las características de la droga y las mezclas a la que la someten los traficantes, hacen que su efecto sea muy transitorio, por lo cual se hace necesario repetir la dosis e inclusive aumentarlas para mantener el estado de excitación, y no caer en la depresión que se establece luego del consumo.
La cocaína es una droga antierótica, en el sentido de que lo único que verdaderamente produce es insensibilidad más distancia emocional, y es precisamente por esta secuela que suele conducir a la violencia personal y sexual.
Marihuana
Desde la década del 70, pocas drogas han quedado tan asociadas al movimiento Hippie como la LSD y la marihuana. Bajo la consigna de peace and love, el cannabis pasó a ocupar un lugar imprescindible y estelar en esa subcultura.
Aunque la marihuana sigue siendo -aunque en muchos países se ha legalizado su consumo- una droga ilegal , en muchos círculos su uso es la norma y no la excepción, especialmente entre los jóvenes.
Una de las razones que es ofrecida para su uso reiterado es su fama de que aumenta las sensaciones y experiencias sexuales, y efectivamente parece que amplificara las capacidades sensoriales, aunque la capacidad alucinógena de la droga hace difícil saber si estas percepciones dependen del efecto de la marihuana o de las expectativas que los consumidores tienen sobre lo que les va a suceder.
El efecto potenciador de la droga sobre la sexualidad se relaciona con el aumento del sentido del tacto, un mayor grado de relajación física y mental, y una mejor sincronización con la pareja sexual, que puede funcionar si ambos están «elevados», pero que se reduce absolutamente si sólo uno de los miembros de la pareja ha fumado.
Como la marihuana es una droga que aumenta la capacidad de sugestión, es probable que el consumidor pueda percibir grandes diferencias, que en realidad sólo están en sus fantasías, como es el caso del tiempo transcurrido en la relación sexual o la intensidad orgásmica, que puede ser igual o aún peor que las experiencias corrientes sin droga.
En el estado avanzado de alucinación –el cual significa ni más ni menos que una intoxicación cerebral- se pierde todo contacto con la realidad del cuerpo del otro, que pasa a ser un elemento más del torbellino de fantasías. En ese instante se termina toda la experiencia erótica, tanto para el sujeto como para la pareja, para ser reemplazada por un sueño narcótico.
Éxtasis (MDMA)
En su origen dentro de la primera década del siglo XX, esta droga sintética (de laboratorio) fue utilizada para rehabilitar las personas que padecían neurosis post traumática.
Estructuralmente está emparentada con un estimulante, la anfetamina, y con un alucinógeno, la mescalina. Comparte con toda la familia de las anfetaminas el poseer un efecto estimulante y despertador tanto como producir adicción.
Su efecto se debería a la liberación y recaptación de las aminas del cerebro particularmente de la serotonina y la dopamina. Estas aminas biológicas son las responsables de la modulación del deseo, la excitación, la erección y el orgasmo ya sea como facilitadoras (dopamina) o inhibidoras (serotonina) de los mediadores químicos. A pesar de ser llamada por algunos como “la droga del amor” ese apelativo tiene su origen en el consumo de la substancia en estado original, la cual produce un alto estado de bienestar unido a una percepción acrecentada de todo estímulo sensorial, sin embargo las formulaciones actuales son un verdadero cóctel de diseño.
Este punto es general para el conjunto de las drogas ilícitas, porque el usuario nunca sabe que esta tomando verdaderamente. Una investigación de la Universidad de Yale, sobre los compuesto del éxtasis comprado a los dealers callejeros revelaba que tenía de todo menos MDMA.
Las drogas tienen efectos específicos sobre los comportamientos, no son inocuas, porque ejercen una acción directa sobre el sistema nervioso central. A partir de esa acción las personas pueden retraducir los efectos que sienten y otorgarles un sentido erótico. Es decir, que ninguna droga garantiza ni impulsa un deseo sexual acrecentado si la persona no lo posee. Para la mayor parte de los usuarios su uso está escasamente vinculado a la experiencia erótica, sino mas bien a la supresión de la ansiedad y el logro de un estado de bienestar o de desinhibición.