Comencemos con una pregunta. ¿Existe en el varón luego de determinada edad un fenómeno similar a la menopausia femenina? Es decir que podríamos hablar de menopausia masculina? No, porque son fenómenos radicalmente diferentes desde que para las mujeres significa el fin de su edad reproductiva por la supresión del ciclo menstrual, mientras que en los varones no se afecta la capacidad reproductiva sino otras funciones.

Generalmente se conoce esta situación vital como andropausia masculina aunque es más correcto llamarlo síndrome de deficiencia androgénica del hombre adulto(ADAM). Como este artículo trata sobre deseo sexual es relevante saber si la edad y sus consecuencias hormonales, físicas y psicológicas hacen inevitable una disminución manifiesta de ese deseo y esto es un suceso al que todos los varones deberíamos resignarnos como parte del envejecimiento. Y aquí –antes de continuar- tenemos que aclarar que significa “envejecer” en el siglo XXI.

Sabemos que las expectativas de vida han aumentado paulatinamente y que hoy los “abuelitos” nos resistimos a la decadencia y el retiro obligado continuando con nuestra vida productiva, creativa, hedonista, erótica y física, como en las décadas anteriores, si disfrutamos de la necesaria salud física y psíquica que lo permitan.

El envejecimiento es un estado de animo, una entrega resignada al debilitamiento de nuestra energía. Pero no tiene nada de inevitable.

Nuestro cuerpo cambia, es cierto, pero su vitalidad depende de las acciones que tomamos para cuidarlo. No es lo mismo un señor de 60 años, sedentario, excedido en su peso, omnívoro, estresado que otro de 70 que sin fanatizarse cuida su dieta, practica una actividad física constantemente y se siente armónicamente conectado consigo mismo y con los que lo rodean.

La salud es una resultante del cuidado personal, no un regalo del destino. La enfermedad ( del latín infirmus –débil) a su vez es un producto de la mala calidad de vida.

Hace tiempo que conocemos las relaciones entre el funcionamiento del sistema inmunitario y las emociones y entre este vínculo y las enfermedades. Asimismo los niveles de las neuro hormonas resultan afectados.

En los varones desde los 40 años en adelante los niveles altos de la  hormona del crecimiento humana (somatotropina) parecen, en teoría, el elixir de la eterna juventud. Estimula la división celular, el aumento de la masa muscular, la utilización de la grasa como energía, el sistema inmunitario y la regeneración de los ligamentos.

Es posible conseguir que nuestro cuerpo produzca por sí mismo hormona de crecimiento y esto puede transformar totalmente nuestro aspecto y salud, para mejor obviamente.

Los ejercicios que estimulan la hormona del crecimiento son el entrenamiento cardiovascular con intervalos y los ejercicios intensos de pesas. Por ejemplo, hacer sprints de 30 segundos, descansar un minuto y repetir. O bien ejercicios con peso en los que con 8 o 10 repeticiones lleguemos al fallo muscular .

Es decir, estimulamos la hormona del crecimiento con ejercicios que nos llevan al límite de nuestras fuerzas durante unos instantes, recuperamos fuerzas brevemente, y repetimos el esfuerzo. Estos ejercicios son necesariamente cortos, no pueden llevarnos más de 20 minutos a media hora.

En un estudio sobre 450 varones con media de 60 años se encontró que un 46 por ciento manifestaba menos deseo y problemas con su erección, el 41 por ciento fatiga e irritabilidad y un 36 por ciento problemas con su memoria. En el grupo con menores dificultades se presentó una correlación alta y positiva con el estilo de vida, el ejercicio y la alimentación.

Si bien es cierto que la testosterona ( principal hormona sexual masculina) disminuye un 2 por ciento cada año desde los 40 años en adelante, esta disminución no afecta a todos los varones por igual, ni tampoco es la principal responsable de la disminución del deseo sexual o los problemas con la erección, básicamente porque estos elementos responden a una compleja interacción entre factores biológicos, emocionales y comportamentales, y no se trata de establecer mecánicamente una substitución hormonal como único camino.

Decía Unamuno que no hay mejor manera de parecer un viejo que actuar como tal. Y en este plano la vejez implica falta de flexibilidad para adaptarse a los cambios que demanda la edad. No se debe seguir actuando como un adolescente que tiene una erección con solo mirar o fantasear. Los adultos mayores necesitan de tiempo, de caricias prolongadas, tienen que integrar la idea que la erección fluctúa en ondas, que va y viene como las olas. La erección firme y duradera del pasado no debe establecerse como un modelo a repetir porque aunque se usen medicamentos como el sildenafilo, estos no garantizan lograr ese objetivo imaginario. El verdadero desafío consiste en sostener el placer propio y el de la pareja. Y principalmente entender que el paso del tiempo requiere actuaciones diferentes.

 

 

 

 

 

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